sábado, 28 de febrero de 2015

Vivir conforme a las normas y exigencias del Evangelio



"El que no cree en Él ya está condenado: porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios". 
Esto es gravísimo. El que obstinadamente no cree, carga sobre sí ya mismo la maldición de Dios: está condenado. No creer "obstinadamente" es no querer admitir la ne­cesidad de una sincera y rápida conversión, es estar "especulando" con la ilusoria posibilidad de tener tiempo para arreglar las cuentas con Dios —y el prójimo —antes de morir. ("Si tienes algo con tu hermano, o él tiene algo contra ti... vete primero a arreglar ese asunto")
No creer es abusar de la misericordia de Dios
Es pensar que Dios no cumplirá su palabra: "Estad preparados porque no sabéis ni el día ni la hora", ni el lugar ni el cómo de la muerte. Vendrá de improviso, sin anunciarse, como el ladrón. Pocos son, comparativamente, los que tienen la inmen­sa gracia de una enfermedad para prepararse (y aun así muchos no la aprovechan). 
No creer en Jesucristo al mismo tiempo que no amarlo, es no vivir conforme a las normas y exigencias del Evangelio. "El que me ama —dice Jesús— ese observará mi palabra" (Jn. 14,23). 
De aquí entonces la importancia de aprovechar este tiempo de Cua­resma. Hemos de comprender todos que no es tanto una exigencia que se nos impone, sino una oportunidad que se nos brinda, para volver a Dios. ¿Será la última vez que Dios nos dice que nos corrijamos, porque está por pedirnos cuenta mañana, hoy mismo, dentro de unos instantes? ¡Ay!
(En: Mano a mano con el Obispo de San Rafael, p. 216)

No hay comentarios:

Publicar un comentario