miércoles, 31 de diciembre de 2014

AÑO NUEVO Y FRUTOS ESPIRITUALES

Este es el último número de "Comunidad" del presente año [y también de este blog].

En primero lugar damos gracias a Dios por todos los beneficios que en el transcurso de estos 365 días nos ha concedido en su bondad y misericordia.

En segundo lugar, conviene, antes de concluir el año y antes de empezar uno nuevo, hacer un profundo examen de conciencia, un serio balance de todo lo que hemos vivido, cómo lo hemos vivido; de nuestro progreso en la virtud (o retroceso, porque lamentablemente todo es posible); de nuestro 'servicio', si ha sido auténtico.

En una palabra: procuremos ser muy sinceros con nosotros mismos, para que con la ayuda del Señor, en el próximo año podamos dar mejores y más abundantes frutos espirituales.

DESEAMOS A TODOS, POR ESTE MEDIO, LAS MEJORES BENDICIONES + 
PARA EL PRÓXIMO AÑO

Mons. León Kruk

(Comunidad, n. 586,  29 de diciembre de 1985)


martes, 30 de diciembre de 2014

Celebrando a la Sagrada Familia, defendamos la familia

Empecemos por unirnos en la oración en familia, lo demás vendrá por añadidura...

Por ser la familia la "célula primera y vital de la sociedad", es lógico que si queremos una sociedad mejor, más recta, más justa, más santa, donde el "hombre no sea lobo para el hombre", sino que el hombre sea "hermano" para el hombre (...) es lógico y natural que centremos nuestra atención y nuestra acción sobre la familia.

Todos los enemigos de la verdad, del amor, de la justicia, de la honestidad, en una palabra los enemigos de Dios y, por lo mismo, enemigos del hombre y de la sociedad, coinciden en un común denominador: desprestigiar, atacar, desintegrar, destruir y demoler la familia. Este es su objetivo.

Una sociedad sin familias unidas, sin vida armónica, equilibrada, entre sus miembros, es una sociedad sin base, y el proceso de su derrumbe toma una velocidad y un giro al parecer incontenibles. Eso es precisamente lo que quiere el enemigo del hombre.

El único que puede salvar es Dios. Nadie más. Los hombres ya han demostrado su fracaso y es tiempo de hacer un alto, recapacitar en serio y tomar decisiones audaces. Basta ya de ensayos y de inscribirse para "aprendices de brujos". (...)

Es necesario que actualicemos aquel medio por el cual todo nos es posible, por el cual aun lo humanamente imposible se hace posible: aquel medio sin el cual lo fácil se hace difícil y hasta lo posible se hace imposible. Hemos de convencernos de la necesidad de la oración. (...) Se ha querido sintetizar en una frase, ya conocida, la trascendencia y eficacia de la oración en orden a la familia: "FAMILIA QUE REZA UNIDA PERMANECE UNIDA". Y una sociedad compuesta por familias unidas por la oración es una sociedad también unida. Y contra una sociedad unida no hay enemigo ni fuerza capaz de destruirla. (...)

Con el santo Rosario se han ganado importantes batallas contra el mal. Al mal de nuestro tiempo lo venceremos con esta arma espiritual, sencilla, pero eficacísima. (...) Empecemos por unirnos en la oración en familia, lo demás vendrá por añadidura. 
("Recemos el Santo Rosario en familia", en: Mano a mano con el Obispo de San Rafael, p. 66-68)

Comparto dos textos actuales: una entrevista al Cardenal Burke en la que el Cardenal se muestra muy preocupado por la situación actual de la Iglesia y de la familia. El otro texto es una homilía de un sacerdote católico que nos plantea que la contemplación de la Sagrada Familia nos lleva a reconocer la descomposición actual de la familia cristiana en la sociedad occidental, como efecto de la crisis modernista en la Iglesia. Hay que volver al modelo de familia católica para restablecer el tejido moral de la sociedad y la formación adecuada de las conciencias.



viernes, 26 de diciembre de 2014

Los suyos no lo recibieron

Cantaron los ángeles: "GLORIA a DIOS... y PAZ a los hombres..." La gloria de Dios incluye la paz para los hombres; y por otra parte, el hombre no tendrá paz jamás mientras no glorifique a Dios. La historia del hombre es una prueba irrefutable de esta verdad. El pueblo que rechaza a Dios, tiene decretada su muerte, porque sin paz es imposible progresar. [...] 

Releamos con atención el Evangelio de hoy. Desgraciadamente se quiere "iluminar" a la humanidad con las tinieblas, al rechazar la Luz que es Cristo, su Evangelio su Verdad. Obstinadamente se quiere reeditar viejos errores que no conducen a nada, y que lo complican todo. Dice el Evangelio que Cristo "vino a los suyos y los suyos no lo recibieron". Hoy estos "suyos" son los que quieren dar una nueva interpretación al Evangelio, enseñarle a Cristo qué es lo que tiene que decir, conociendo nuestra realidad, porque pareceería que el Evangelio debe sufrir el "acomodo" que quisieran hacer de él los que se sienten incómodos por la verdad...
(de "El acomodo de los incómodos", en: Mano a mano con el Obispo de San Rafael, p. 180-181)

martes, 23 de diciembre de 2014

¿Ser rechazado por los de la propia casa?



Aunque parezca increíble, por lo irracional y salvaje, la ingratitud suele darse –con harta frecuencia– entre los humanos. Nada lastima tanto y duele tanto como la ingratitud. Se requiere mucha virtud para superar la desilusión y la pena que causa un amigo desagradecido.
Sin lugar a dudas, el más ingrato es el ser humano, precisamente por ser racional. El comportamiento puramente humano del ingrato es una consecuencia del comportamiento con referencia a Dios, imposible que un recto y auténtico servicio de amor a Dios, de repente degenere en egoísmo, porque en definitiva todo ingrato o des­agradecido es un egoísta. Quiere que todo gire en torno de él. Y no sólo no reconoce los favores recibidos, sino que reclama aún mayores como algo que se le debe. Es, en efecto, un egoísta y un soberbio.
Cuando leemos en el Evangelio de hoy que "Cristo vino a los su­yos y ellos no lo recibieron", nos indignamos por esa actitud del pue­blo judío. Doloroso y además muy triste debe ser a un padre, que con sudor y esfuerzo ganó el pan para sus hijos, que los propios de la casa le cierren la puerta y deba mendigar entre extraños el pan para sí, o deba ir a cobijarse en un asilo, para acabar allí sus días, porque para él no hay lugar bajo el techo que logró para los suyos. Esto que estoy diciendo, y mucho más, no es producto de la fantasía. Lamentablemen­te son hechos reales.
Frente a Dios el hombre se comporta como un desagradecido. El hombre habituado a satisfacer su propio egoísmo a cualquier precio, o a engreírse por su indisimulada soberbia, difícilmente llega a convic­ciones religiosas profundas. Si tiene alguna práctica externa, la misma es superficial y sólo aparente. No tiene conciencia siquiera de lo que es pecado, y por eso no se inquieta si lo comete. ¡Qué ingratitud ante Dios!
El que no reconoce y no agradece a Dios los beneficios recibidos: salud, trabajo, hogar, amigos, por una parte se cree superior a los de­más, y por otra rezuma una evidente ignorancia religiosa. En su vida, en su conducta, pesan más ciertos aspectos, prácticas y "poses" pura­mente mundanas (¿paganas?) que los principios religiosos que dice pro­fesar.
El que cree que todo lo que es y posee se lo debe al propio es­fuerzo, es un desagradecido que se burla de todos. Se burla de Dios y de los hombres. Y si llega a ocupar un puesto o un cargo, el desagra­decido se torna insoportable. No sé por qué, pero casi invariablemente en estos casos, se oculta la propia fe, se posponen las propias conviccio­nes (si las hay) religiosas, se cede fácilmente ante el respeto humano (que ni es respeto ni mucho menos humano, sea dicho con todo res­peto), y pesa más la influencia de aquellos cuya vida nada pesa en la balanza de Dios. Parecería que profesarse cristiano y católico, para al­gunos, resultara bajar de categoría, como si fuera algo "indigno"; pos­tura arrogante como la del pavo real.

Decía Mignolet: "Si nuestra civilización se derrumba, es porque ha querido forjar hombres que no fueran más que hombres, y no hijos de Dios". (¿Es esto lo que algunos docentes se proponen — derrumbar la civilización– cuando intentan excluir a Dios y borrar toda referen­cia a la Religión Católica en la enseñanza?). No hay lugar para Dios, evidentemente. "Los suyos no lo recibieron".
Cuando no sólo no se favorece a la propia religión, sino que se la dificulta en su accionar, prácticamente se la persigue con guantes blancos. Me refiero concretamente a lo arduo y difícil que resulta, cada vez que se proyecta construir una capilla en un barrio, conseguir un terreno. Pareciera que la lentitud de nuestra burocracia tuviera tam­bién el propósito de detener a Cristo, de decirle que "no hay lugar". Es una falacia equiparar la religión católica, que es mayoritaria, con otras religiones, a las que de ningún modo queremos ofender, cuando se dice: "si concedemos esto o aquello a los católicos, vamos a tener que concederlo también a los demás".
Donoso Cortés decía: "El mundo se salvará por las oraciones, no por los armamentos". Cuando mayor lugar le demos a Dios en el mun­do, habrá paz, progreso y bienestar para todos. Es tiempo de que com­prendamos que es el cristianismo el que debe salvar, una vez más, a la sociedad, del derrumbe que se avizora. No hay otra alternativa. (Mano a mano con el Obispo de San Rafael, p. 184-186).



Hemos sabido que se ha presentado, en diciembre de 2014, en el Concejo Deliberante un proyecto de ordenanza de adhesión a la iniciativa de la Coalición Argentina por un Estado Laico (CAEL), de la llamada Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (ADPH) filial San Rafael,“Campaña Nacional por Municipios Laicos”, tendiente a la prohibición en todos los edificios y espacios dependientes del municipio de instalación o exhibición de imágenes, símbolos, referencias, denominaciones o motivos religiosos, en imposición de nombres a establecimientos educativos, etc.

Católicos: "Hay que se firmes en la fe, fuertes para defenderla, sin traiciones, sin permisivismos, sin complicidad, sin debilidades frente al mundo".

"Más que profesar con los labios hemos de proclamar la realeza de Cristo con las obras, con la irrefutable prueba de los hechos".

Estas son las personas que integran esa Asamblea y su dirección:
 
Delegación San Rafael Vicente López y Planes 1264, San Rafael
5600 Mendoza. Argentina
Teléfono: (02627) 15564965
sanrafael@apdh-argentina.org.ar 

 Presidente
Richard Ermili

Vicepresidenta
Patricia Galván

Secretaria coordinadora
Silvana Yomaha

Pro secretaria coordinadora
Graciela Morales

Tesorera
Miriam Zambrini

Pro tesorero
Sergio Pérez

1º vocal titular
María Lujan Piñeyro

2º vocal titular
Teresita Williner de Romerra

3º vocal titular
Luis Berón

4º vocal titular
Patricia Aguilera

5º vocal titular
María Victoria González

6º vocal titular
Carlos Vargas

1º vocal suplente
Fernando Pérez

2º vocal suplente
Matías Schvarstein

3º vocal suplente
Antonella Videla

1º miembro del Organo de Fiscalización
Alicia Morales

2º miembro del Organo de Fiscalización
Héctor Cháves

3º miembro del Organo de Fiscalización
Andrea Mattacotta
 


domingo, 21 de diciembre de 2014

Sacerdocio: vocación y sotana

A mis hijos sacerdotes:

Hace un tiempo les recordaba la importancia del uso de la sotana y el hábito religioso
Ayer nomás les recordaba acerca de la vocación 
Ahora quiero recordarles que:
El sacerdote es un representante de Dios y no un simple "delegado" de la comunidad (De "Cuerpo sin corazón, edificio sin cimiento", en: Mano a mano con el Obispo de San Rafael, p. 124)

Las ambiciones de poder, de mando, de riquezas, de estar por encima de los demás, de tener siempre la razón en todo... son las constantes que se dan. No pocos quieren escalar posiciones, ambicionar "dignidades", no para servir mejor, sino para figurar sobre el candelero, aun a costa de Cristo. Poco importa. (...) Por consiguiente no debe escandalizarnos, aunque sí nos duela y entristezca, que los "personalismos" interfieran en la obra de Dios. ¡Cuánto cuesta entender aquello de que el discípulo no es más que el maestro, que si a Cristo lo persiguieron los mismos sacerdotes, escribas y fariseos, es decir, la misma clase dirigente, también los que quieren seguir a Cristo serán perseguidos! (...) Nacimos para servir. Nuestra vocación es servir. Nuestro ideal es servir. Nuestro ejemplo es Jesús. (De "Cristianos sin rebajas ni aumentos", en: Mano a mano con el Obispo de San Rafael, p. 89-91)

A los laicos y feligreses recen por sus sacerdotes, cuídenlos, respétenlos y ayúdenlos a ser fieles a su vocación. Les recomiendo a todos ver este video: ¡Viva la Sotana!
Para que estén orgullosos de su vocación. Para que estén orgullosos de sus sacerdotes.

sábado, 20 de diciembre de 2014

Para qué estás en este mundo - LA VOCACIÓN



Al crearnos, Dios nos asignó a cada uno una especial misión para cumplir en este mundo. Nadie ha sido creado sin una finalidad particular. Mucho antes de nacer, en verdad desde toda la eternidad, cada uno teníamos ya señalado por Dios nuestro puesto. En otras palabras: Dios nos creó, porque cada uno de nosotros tenemos que realizar una misión concreta que Él nos asigna. Es lo que llamamos: vocación.



La figura austera ... de Juan el Bautista, nos llena de esperanza y optimismo. Él vino a preparar la venida de Jesús, predicando "un bautismo de conversión para el perdón de los pecados". Ha sido fiel a su vocación hasta la muerte...

Cortemos, quitemos, rebajemos lo que sobra inútilmente en nuestra vida, lo que nos impide ver con claridad el horizonte de nuestra vida en Dios; y rellenemos los baches -la ausencia de santidad verdadera-, producidos por nuestra indolencia, nuestra comodidad, nuestro egoísmo, nuestra falta de verdadera entrega por temor a que el Señor nos pida mucho, que nos pida lo que no deseamos darle: nuestra vida consagrada a Él y a los hermanos.

Imitemos la valiente actitud del Bautista: seamos intransigentes con el mal aunque nos cueste la vida. Será la más feliz respuesta al llamado de Dios... y luego el elogio eterno: "Venid, ben­ditos..."
("¿Para qué estás en este mundo?", en: Mano a mano con el Obispo de San Rafael, p. 169-171)

jueves, 18 de diciembre de 2014

Obligaciones y no derechos



 Hoy se reclaman "derechos" por los cuatro costados. Y está bien, lo que no está bien, es que muchísimos no quieren reconocer "sus obligaciones".

"Maestro, ¿qué debemos hacer?", le preguntaban a Juan, en las orillas del Jordán, los penitentes. Es también la pregunta que debe­mos formular nosotros. Todos obtendremos la misma respuesta: cum­plir con exactitud nuestras obligaciones y no defender tanto, con ver­dadero descaro y sin fundamento serio, nuestros caprichos. ¿Sabemos cuáles son nuestras obligaciones? Empecemos por admitir que tenemos "obligaciones". Sé que esta palabrita va a molestar a más de uno. Hoy se reclaman "derechos" por los cuatro costados; todo el mundo reclama "sus derechos". Y está bien, lo que no está bien, es que muchísimos no quieren reconocer "sus obligaciones".

Tanto para reclamar los derechos como para cumplir adecuada­mente con las propias obligaciones es necesario el conocimiento, la instrucción, la formación. Como cristianos es necesario interesarnos más por nuestra fe. El buen cristiano es el que sabe dar razones de su fe, y no el que amontona pretendidas excusas y explicaciones para defen­der posturas y actitudes contrarias a la fe que dice sustentar. El que no es capaz de reconocer sus limitaciones y sus errores tampoco es ca­paz de comprender a otros. De allí surgen los conflictos, los malestares, los enconos, los distanciamientos, la tirantez, etc.

Que en la próxima Navidad, Cristo nos encuentre mejor dispuestos a recibirle mediante una conversión seria y profunda.

(de "La ignorada riqueza del cristiano", en: Mano a mano con el Obispo de San Rafael, p. 169)