martes, 28 de octubre de 2014

Confirmaciones - Obispo todo terreno

COMUNIDAD
Publicación de la Diócesis de San Rafael
6 de setiembre de 1987 - N° 674

"Fiesta en Punta de Agua. La comunidad de Punta de Agua ha celebrado a su Santa Patrona, Santa Rosa de Lima. Tras la Novena de preparación, los festejos culminaron en la procesión y la Santa Misa celebrada por el Obispo, quien administró los Sacramentos de la Primera Comunión y la Confirmación.
Destacamos que la Misa se celebró en el templo (aun sin terminar) con que ya cuentan esos hermanos. ¡Felicitaciones!"

"La presencia del Espíritu Santo en la Iglesia, en las almas, se manifiesta a través de la multiforme, variada y abundantísima acción que desarrollan todos sus miembros, vitalmente unidos a Cristo. 
(...) La conversión e instrucción de los Apóstoles, que tantos desvelos, preocupaciones y paciencia demandaron de Jesús, sin que pudiera lograr totalmente su propósito quedó consumada; al recibir ellos al Espíritu Santo, se vieron totalmente transformados, como hechos de nuevo, no sólo instruidos, adoctrinados, sino también, y sobre todo, comprometidos audazmente. Hombres nuevos por dentro y por fuera. Por dentro: convencidos de su alta misión. Nuevos por fuera: convincentes por el testimonio de su vida. Hombres de palabras claras y de acciones decididas". (de "Luz verde para la Iglesia", p. 339-340)

sábado, 25 de octubre de 2014

QUIERAN O NO; POR LAS BUENAS O POR LAS MALAS: CRISTO REINARÁ


En muchos lugares el último domingo de octubre se celebra la Fiesta de Cristo Rey


“Rechazar a Cristo, de modo que no reine, porque no nos gusta, sería como sacarnos los ojos porque no podemos ver a causa de la poca luz, teniendo obstinadamente metida la cabeza en un agujero en la tierra”.

 “Tan dominado por el pragmatismo está el hombre de nuestro tiem­po que todo aquello que de un modo relativamente inmediato no le reporte algún beneficio, o es rechazado, o simplemente no tenido en cuenta. Con todas las ventajas y beneficios que nos trae el avance de la ciencia y de la técnica, nos queda también el aspecto negativo de la "despersonalización del hombre", cuando éste abdica del esfuerzo en el ejercicio de la razón. Esto, naturalmente, conspira, de una manera muy poderosa, contra la fe, que es la antípoda del pragmatismo. Hoy, para no pocos, el creer, en el sentido católico del término, no tiene sentido.
Al concluir el "año litúrgico" la Iglesia quiere resumir su histo­ria y adelantar su futuro en una celebración muy significativa: la So­lemnidad de JESUCRISTO REY UNIVERSAL.
Es más que probable que para la mentalidad (¡!-¿?) moderna, la idea o el concepto de rey pueda resultar algo arcaico, algo tan anti­cuado e irrenovable en nuestros tiempos ''democráticos", que parece­ría utópico querer rescatarlo y aplicarlo a Cristo. (¡Ah, pero por otra par­te, se eligen, proclaman y festejan reyes y reinas del chupete o del rabanito! ¡En eso cifran su gloria!) Ciertamente que en su apariencia pu­ramente humana, ya no existen, ni existirán "reyes" al estilo de an­tes, no porque esa forma de gobierno en si sea detestable, mala, ina­ceptable, sino porque las circunstancias han cambiado. Pero, por otra parte, aunque nos resistamos a admitirlo hoy nos mandan y reinan sobre nosotros los poderosos medios de comunicación, por lo demás tan útiles y necesarios. En menos tiempo de lo que se supone, son ca­paces de hacernos cambiar de opinión, sobre hechos y personas, de un modo diametralmente opuesto. ¡Vaya si reinan!
La Fiesta de JESUCRISTO REY, por una parte nos hace tomar con­ciencia del poder, del dominio universal, de su misión universal de sal­var a toda la humanidad. Nada escapa a su poder y a su presencia: “Todo fue hecho por Él, y sin Él nada se hizo” (Jn. 1,3). Por consiguien­te todo le pertenece, como decía San Pablo: “Todas las cosas son vues­tras, vosotros de Cristo, y Cristo del Padre”. “Es necesario resumir to­das las cosas en Cristo”. Cristo debe ser LA CABEZA de todo, y de todos...
Por otra parte, no porque la Fiesta de JESUCRISTO REY deba en­tenderse desde el ángulo de la fe, deja de tener algo que ver con la realidad presente. Todo lo contrario. Para algunos el plano de la fe y de las realidades espirituales y sobrenaturales parece algo totalmen­te desconectado de nuestra vida presente.
Cuando proclamamos, afirmamos y defendemos la Realeza de Cris­to, lo hacemos teniendo principalmente ante los ojos la realidad de hoy. Mientras el Evangelio, cuya esencia es la VERDAD, no sea tenido en cuenta en una sociedad que se dice cristiana, viviremos en el enga­ño y en la mentira. Cristo dijo: “Yo soy la VERDAD” (Jn. 14,6). Todo lo que se enseñe y se proyecte en contra del Evangelio (como por ej. las aberrantes afirmaciones contra la santidad e indisolubilidad del ma­trimonio, la defensa de la homosexualidad, de las relaciones prematrimoniales, de la obscenidad y pornografía, o el ataque a la obediencia, la autoridad, el magisterio auténtico...), será mentira, falsedad, engaño. Y así se hará imposible la convivencia que todos anhelamos y a la que tenemos derecho. No respetando las enseñanzas de Jesús, no puede haber verdad, honestidad, libertad, amor, justicia. En efecto: la justicia no es venganza; el amor no es vil sensualidad; la preferencia por los pobres (de la que tanto se habla y por la que tan poco hacen los que más hablan), no es odio a los ricos; la libertad no es egoísmo disfrazado ni mal disimulado (o indisimulado) libertinaje, ni negación de la obediencia necesaria... Si todos estos conceptos no coinciden con el Evangelio, con Cristo, serán términos huecos, o, lo que es peor, con contenidos totalmente contrarios, opuestos. Así seguiremos cada vez peor, agravando nuestros males por siglos infinitos.
Rechazar a Cristo, de modo que no reine, porque no nos gusta, sería como sacarnos los ojos porque no podemos ver a causa de la poca luz o mucha oscuridad, teniendo obstinadamente metida la cabeza en un agujero en la tierra.
“JESUS ES REY, pero no ejerce ninguna violencia. Nos gobierna únicamente con el poder del amor. Es REY actualmente, pero sólo en cuanto nosotros le permitimos serlo. Posee, con todo, la soberanía mayor que cabe sobre la tierra y la única duradera. Al amor le llamamos rey, porque tiene de común con la realeza que no consiente ninguna apelación ni crítica y se entrega con benignidad regia. Así es como gobierna Jesús sobre los corazones fieles: pocos encuentra, pero los tiene en todas partes y en todos los tiempos. Porque nadie es tan amado por todos los pueblos, ni lo será jamás nadie, como Cristo Jesús. Establezcamos su soberanía en nuestro propio corazón para que venga su reino, reino eterno y universal, reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz", escribe un autor contemporáneo.
En síntesis: Jesús no nos obliga coercitivamente a que lo tengamos por REY; respeta nuestra libertad, pero no se sigue de allí que no deba reinar en nuestras leyes, en nuestros criterios y conductas, en el modo de vivir la vida presente, ni tampoco se sigue que Él no se reserve el plenísimo derecho de dictar la sentencia final: "Venid, benditos, al cielo" o "Apartaos, malditos, al infierno eterno". Sentencia Inapelable”. (p. 45-47)

Ecumenismo



 "Fuera de la Iglesia no hay salvación posible"
   "Hablar de la Iglesia de Cristo, de la verdadera Iglesia fundada por Él, constantemente "renovada" pero jamás reformada si con esto se entiende dejar aspectos fundamentales y que hacen a la esencia misma de ella—, supone admitir necesariamente la presencia de Cristo en ella y no sólo una asistencia general. Cristo no puede estar ausente, ya que "en ningún otro hay salvación" (Hech. 4,12). El que salva es Él, a través de su Iglesia, en su Iglesia, Ya decían los primeros cristianos: "Fuera de la Iglesia no hay salvación posible". No es la "palabra", no es la "ver­dad" por sí misma, como expresiones de Jesús, las que salvan, sino que es Él quien sigue obrando la salvación. Él nos ha manifestado con in­discutible claridad que ha venido expresamente para darnos la vida y dárnosla en mayor abundancia (Jn. 10,10). La vida se transmite. La vida nace de la vida, y no de un concepto, de una idea. Tiene que haber una comunicación real, casi como por contacto. No se puede enviar por co­rreo, por encomienda, en un paquete.
Todo esto significa que Cristo está realmente en su Iglesia con una presencia auténtica, real, viva, personal. Por eso la Iglesia que no tenga a Cristo vivo, resucitado, en persona, no es la verdadera Iglesia de Cristo. Por más que tenga muchos elementos parecidos a la Iglesia ca­tólica, no es la verdadera, no es la auténtica Iglesia de Cristo, porque le estaría faltando el elemento esencial.
Los católicos tenemos la dicha, la incomparable suerte de haber con­servado íntegra y pura la hermosa herencia que nos dejó Cristo, al con­vertir el pan en su Cuerpo y el vino en su Sangre en la Ultima Cena. Y no solamente lo hizo allí sino que, para perpetuar su presencia real (y no como un simple "recuerdo" de lo que hizo Él), ordenó a sus apóstoles hacer lo mismo. Les dijo: "HACED esto en memoria mía" (Luc. 22,19)". (¿Recibir la vida por encomienda?, p. 130-131)

viernes, 24 de octubre de 2014

A LOS 25 AÑOS "CIENCIA, COMPETENCIA Y PRESTIGIO"



"Hemos de rogar a San Rafael pare que nos libre del terrible demonio del egoísmo y de la estúpida envidia, disfrazado de “Celo apostólico”
"La celebración de las Fiestas Patronales siempre es un acontecimiento que el pueblo cristiano espera, prepara y festeja con gran ale­gría. Se llaman "Patronales" porque se venera al santo PATRONO con un culto especial. Según el diccionario el patrón es el dueño de casa. Cuando una comunidad elige a un Santo por su Patrón, pone bajo su cuidado todos sus Intereses espirituales y materiales Dios nos dio un cuerpo y un alma que debemos cuidar. Es un error creer que al Santo no debemos pedirle cosas materiales, necesarias para la vida; como tam­bién es un error pedir sólo eso y no preocuparnos del alma.
El Santo Patrono de nuestra DIOCESIS, el ARCANGEL SAN RAFAEL, cumple precisamente con el joven Tobías, que lo había elegido co­mo compañero y consejero de viaje, ambas funciones. En lo material: lo protege en eI viaje, le ayuda a cobrar la deuda, le hace contraer un buen matrimonio, y devuelve la visita al anciano Tobías. En lo espiritual: libera del demonio a Sara, mujer de Tobías y manifiesta que todas las buenas obras, especialmente las de misericordia, y las oraciones, él mismo las presenta a Dios.  
Al celebrar los 25 Años de la Diócesis, es importante, sobre todo en estos momentos, que volvamos nuestra mirada y dirijamos nuestros corazones hacia nuestro Santo Patrono.
En efecto, también nosotros tenemos una gran deuda que cobrar. Estamos aquí desterrados en este mundo, para conquistar con nuestro esfuerzo y trabajo, el reino del cielo. Y por eso necesitamos un poderoso intercesor para que con su ayuda y guía, peregrinando por este mundo, lleguemos con seguridad a la meta. Pero aún en este mundo, se nos deben tantísimas cosas, se nos han hecho tantísimas promesas durante tantísimos años, a cambio de nuestra confianza y de nuestra paciencia, a cambio de nuestros sacrificios, lágrimas y sufrimientos, y a cambio de la renuncia (¿obligada?) de tantas alegrías, que la deuda que se tiene con nosotros es enorme. Nos preocupa y nos aflige esta situación, que es efecto de las acciones de los hombre». Necesitamos que nuestro Santo Patrono nos ayude a todos para atinar con el camino que, en lo temporal, nos conduzca a las soluciones justas de nuestros problemas. Necesitamos sentirnos más seguros. Necesitamos, los unos, no prometer lo que sabemos que no vamos e cumplir, y los otros, no exigir lo que sabemos que no se nos puede der. Necesitamos una ayuda en lo humano, en este como caminar hacia lo Incierto, tan condicionado por los intereses de los más fuertes, de los más poderosos.

Necesitamos mayor coherencia en todo. Más que la deuda externa debe preocuparnos nuestra propia deuda interna de unos con otros. Deuda de amor, deuda de verdad, deuda de jugarnos unos por otros y no unos contra otros.

Ciertamente que para ello necesitamos una fuerte ayuda para librarnos del enemigo común, que es el diablo. El sabe atacarnos muy astutamente y de variadísimas formas. Yendo más directamente a lo espiritual: hemos de rogar a San Rafael pare que nos libre del terrible demonio del egoísmo y de la estúpida envidia, disfrazado de “Celo apostólico”, que nos libre del demonio de la soberbia y de la ignorancia, camufladas en una mal entendida actualización o discutible ortodoxia. Hemos de pedir a San Rafael que nos libre del capricho, generador de la ceguera, ofuscación y escisiones que el diablo introduce por aquellos agentes de divisiones, que se lamentan de ellas (aunque sean agentes no tan secretos, ni tan invisibles, ni tan disimulados), y que en definitiva responden al “padre de la mentira” (Jn. 8,44). Porque “quien dice que ama a Dios al mismo tiempo que odia a su hermano, es un mentiroso” (I jn 4,20). Quien habla contra sus hermanos por el simple hecho de que no piensen como él, no puede estar en el amor ni en la verdad. También el Obispo sabe, y por eso lo recuerda a los demás, que puede y debe hablar el que tenga “Ciencia, competencia y prestigio” (Lun. Gent. 37)”. (p 100-102)

martes, 21 de octubre de 2014

¿CRISTIANOS "CARADURAS"?


Cristianos que son como el tero que en un lado ponen los huevos y en otro pegan el grito

A partir de la caída de Adán y Eva, que cedieron a la tentación del diablo, el hombre siempre sentirá, como San Pablo (Rom. 7,22 s.) y todos los santos, una tensión muy grande entre el bien y el mal. Lo grave es querer establecer un equilibrio, como un tratado de paz, entre esas dos solicitaciones, entre esos enemigos irreconciliables por su misma natura­leza: entre el bien y el mal, el pecado y la virtud, Dios y el diablo. El querer complacer a la parte animal, imaginando un cierto límite que no se pasaría, y luchar en la frontera misma del pecado, es una treta muy hábil del demonio. Sabe él perfectamente que el hombre tarde o tempra­no caerá miserablemente.
La lucha debe definirse, desde el principio, con toda claridad, y sin concesiones ni treguas. Quien no se juega con decisión por Cristo no puede ser discípulo de Él, ni pretender el triunfo. Es lo que dice Jesús: “Nadie puede servir a dos señores…” Es desde todo punto de vista imposible. 

 Por desgracia hay muchísimos que se comportan de esa manera. Cristianos de ciertas prácticas externas, pero que interiormente tienen toda una concepción de la vida y una conducta práctica totalmente contrarias al Evangelio. Pretenden servir a dos señores. No pocos se profesan cristianos, es decir servidores de Cristo, pero en realidad se sirven de Cristo. Cristianos que viven en pecado permanente, abrazados al diablo, pero se profesan amigos de Cristo, e incluso se enojan cuando no se los admite a ciertos sacramentos. Cristianos laicistas, que defienden la antidemocrática y atea ley 1420, que en su misma esencia lleva el odio a Dios; cristianos que pertenecen a instituciones masónicas, o que defienden el adulterio, la homosexualidad, el aborto que viola el 5to mandamiento, cristianos que en sus negocios se manejan de un modo sucio, tramposo, turbio, o que aspiran a cargos, funciones y puestos, más por medrar en su provecho propio que para servir con responsabilidad y honestidad al bien común. Cristianos a quienes se les arruga la cara –tan endurecida la tienen– cuando anteponen lo personal, lo “politiquero”, lo “partidista” a su fe. No hesitan incluso en poner a la misma Iglesia, su Iglesia porque se profesan cristianos, al servicio de sus fines e intereses, declamando su interés por el pueblo. Mentira. En todo se buscan buenos “dividendos”. Cristianos que son como el tero que en un lado ponen los huevos y en otro pegan el grito. Lo que dice Jesús es verdad: no pueden servir a dos señores. A lo que llegan es a colocar a Cristo al servicio del otro “señor”. Además, recordemos aquella sentencia de Jesús: “Quien no está conmigo, está contra mí; quien no recoge conmigo, desparrama” (Mat. 12, 30).
Cuando no se tiene a Cristo por el único Señor, a quien vale la pena servir, se sirve a "señores" que dan pena: el permisivismo moral (permiso que se lo toman por su cuenta, porque nadie se los autoriza o con­cede), la sociedad de consumo, las fluctuantes modas que impiden cum­plir no ya con el deber de la caridad sino, más de una vez, con las obli­gaciones de justicia. Para una obra de bien nunca faltan excusas, las mis­mas de siempre: "escasez", "momentos difíciles", "inflación"... Con unas pocas privaciones ¡cuántas obras buenas podríamos hacer entre to­dos! Pero… Ya Cristo no se le sirve si no es por el sacrificio”. (p. 112-113)