En muchos lugares el último domingo de octubre se celebra la Fiesta de Cristo Rey
“Rechazar a Cristo, de modo que no reine, porque no nos gusta,
sería como sacarnos los ojos porque no podemos ver a causa de la poca luz,
teniendo obstinadamente metida la cabeza en un agujero en la tierra”.
“Tan dominado
por el pragmatismo está el hombre de nuestro tiempo que todo aquello que de un
modo relativamente inmediato no le reporte algún beneficio, o es rechazado, o
simplemente no tenido en cuenta. Con todas las ventajas y beneficios que nos
trae el avance de la ciencia y de la técnica, nos queda también el aspecto
negativo de la "despersonalización del hombre", cuando éste abdica
del esfuerzo en el ejercicio de la razón. Esto, naturalmente, conspira, de una
manera muy poderosa, contra la fe, que es la antípoda del pragmatismo. Hoy,
para no pocos, el creer, en el sentido católico del término, no tiene sentido.
Al concluir el "año
litúrgico" la Iglesia quiere resumir su historia y adelantar su futuro en
una celebración muy significativa: la Solemnidad de JESUCRISTO REY UNIVERSAL.
Es más que
probable que para la mentalidad (¡!-¿?) moderna, la idea o el concepto de rey
pueda resultar algo arcaico, algo tan anticuado e irrenovable en nuestros
tiempos ''democráticos", que parecería utópico querer rescatarlo y
aplicarlo a Cristo. (¡Ah, pero por otra parte, se eligen, proclaman y festejan
reyes y reinas del chupete o del rabanito! ¡En eso cifran su gloria!)
Ciertamente que en su apariencia puramente humana, ya no existen, ni existirán
"reyes" al estilo de antes, no porque esa forma de gobierno en si
sea detestable, mala, inaceptable, sino porque las circunstancias han
cambiado. Pero, por otra parte, aunque nos resistamos a admitirlo hoy nos
mandan y reinan sobre nosotros los poderosos medios de comunicación, por lo
demás tan útiles y necesarios. En menos tiempo de lo que se supone, son capaces
de hacernos cambiar de opinión, sobre hechos y personas, de un modo diametralmente
opuesto. ¡Vaya si reinan!
La Fiesta de
JESUCRISTO REY, por una parte nos hace tomar conciencia del poder, del dominio
universal, de su misión universal de salvar a toda la humanidad. Nada escapa a
su poder y a su presencia: “Todo fue
hecho por Él, y sin Él nada se hizo” (Jn. 1,3). Por consiguiente todo le pertenece,
como decía San Pablo: “Todas las cosas
son vuestras, vosotros de Cristo, y Cristo del Padre”. “Es necesario resumir
todas las cosas en Cristo”. Cristo debe ser LA CABEZA de todo, y de
todos...
Por otra parte, no porque la Fiesta de JESUCRISTO REY deba entenderse
desde el ángulo de la fe, deja de tener algo que ver con la realidad presente.
Todo lo contrario. Para algunos el plano de la fe y de las realidades
espirituales y sobrenaturales parece algo totalmente desconectado de nuestra
vida presente.
Cuando proclamamos, afirmamos y
defendemos la Realeza de Cristo, lo hacemos teniendo principalmente ante los
ojos la realidad de hoy. Mientras el Evangelio, cuya esencia es la VERDAD, no
sea tenido en cuenta en una sociedad que se dice cristiana, viviremos en el
engaño y en la mentira. Cristo dijo: “Yo
soy la VERDAD” (Jn. 14,6). Todo lo que se enseñe y se proyecte en contra del
Evangelio (como por ej. las aberrantes
afirmaciones contra la santidad e indisolubilidad del matrimonio, la defensa de la homosexualidad, de las
relaciones prematrimoniales, de la obscenidad y pornografía, o el ataque a la
obediencia, la autoridad, el magisterio auténtico...), será mentira,
falsedad, engaño. Y así se hará imposible la convivencia que todos anhelamos y
a la que tenemos derecho. No respetando las enseñanzas de Jesús, no puede haber
verdad, honestidad, libertad, amor, justicia. En efecto: la justicia no es
venganza; el amor no es vil sensualidad; la preferencia por los pobres (de la
que tanto se habla y por la que tan poco hacen los que más hablan), no es odio
a los ricos; la libertad no es egoísmo disfrazado ni mal disimulado (o indisimulado)
libertinaje, ni negación de la obediencia necesaria... Si todos estos conceptos
no coinciden con el Evangelio, con Cristo, serán términos huecos, o, lo que es
peor, con contenidos totalmente contrarios, opuestos. Así seguiremos cada vez
peor, agravando nuestros males por siglos infinitos.
Rechazar a Cristo, de modo que no reine, porque no nos gusta,
sería como sacarnos los ojos porque no podemos ver a causa de la poca luz o
mucha oscuridad, teniendo obstinadamente metida la cabeza en un agujero en la
tierra.
“JESUS ES REY, pero no ejerce ninguna violencia. Nos gobierna
únicamente con el poder del amor. Es REY actualmente, pero sólo en cuanto
nosotros le permitimos serlo. Posee, con todo, la soberanía mayor que cabe
sobre la tierra y la única duradera. Al amor le llamamos rey, porque tiene de
común con la realeza que no consiente ninguna apelación ni crítica y se entrega
con benignidad regia. Así es como gobierna Jesús sobre los corazones fieles:
pocos encuentra, pero los tiene en todas partes y en todos los tiempos. Porque
nadie es tan amado por todos los pueblos, ni lo será jamás nadie, como Cristo
Jesús. Establezcamos su soberanía en nuestro propio corazón para que venga su
reino, reino eterno y universal, reino de verdad y de vida, reino de santidad y
de gracia, reino de justicia, de amor y de paz", escribe un autor
contemporáneo.
En síntesis:
Jesús no nos obliga coercitivamente a que lo tengamos por REY; respeta nuestra
libertad, pero no se sigue de allí que no deba reinar en nuestras leyes, en
nuestros criterios y conductas, en el modo de vivir la vida presente, ni
tampoco se sigue que Él no se reserve el plenísimo derecho de dictar la
sentencia final: "Venid, benditos,
al cielo" o "Apartaos, malditos,
al infierno eterno". Sentencia Inapelable”. (p. 45-47)