sábado, 25 de octubre de 2014

QUIERAN O NO; POR LAS BUENAS O POR LAS MALAS: CRISTO REINARÁ


En muchos lugares el último domingo de octubre se celebra la Fiesta de Cristo Rey


“Rechazar a Cristo, de modo que no reine, porque no nos gusta, sería como sacarnos los ojos porque no podemos ver a causa de la poca luz, teniendo obstinadamente metida la cabeza en un agujero en la tierra”.

 “Tan dominado por el pragmatismo está el hombre de nuestro tiem­po que todo aquello que de un modo relativamente inmediato no le reporte algún beneficio, o es rechazado, o simplemente no tenido en cuenta. Con todas las ventajas y beneficios que nos trae el avance de la ciencia y de la técnica, nos queda también el aspecto negativo de la "despersonalización del hombre", cuando éste abdica del esfuerzo en el ejercicio de la razón. Esto, naturalmente, conspira, de una manera muy poderosa, contra la fe, que es la antípoda del pragmatismo. Hoy, para no pocos, el creer, en el sentido católico del término, no tiene sentido.
Al concluir el "año litúrgico" la Iglesia quiere resumir su histo­ria y adelantar su futuro en una celebración muy significativa: la So­lemnidad de JESUCRISTO REY UNIVERSAL.
Es más que probable que para la mentalidad (¡!-¿?) moderna, la idea o el concepto de rey pueda resultar algo arcaico, algo tan anti­cuado e irrenovable en nuestros tiempos ''democráticos", que parece­ría utópico querer rescatarlo y aplicarlo a Cristo. (¡Ah, pero por otra par­te, se eligen, proclaman y festejan reyes y reinas del chupete o del rabanito! ¡En eso cifran su gloria!) Ciertamente que en su apariencia pu­ramente humana, ya no existen, ni existirán "reyes" al estilo de an­tes, no porque esa forma de gobierno en si sea detestable, mala, ina­ceptable, sino porque las circunstancias han cambiado. Pero, por otra parte, aunque nos resistamos a admitirlo hoy nos mandan y reinan sobre nosotros los poderosos medios de comunicación, por lo demás tan útiles y necesarios. En menos tiempo de lo que se supone, son ca­paces de hacernos cambiar de opinión, sobre hechos y personas, de un modo diametralmente opuesto. ¡Vaya si reinan!
La Fiesta de JESUCRISTO REY, por una parte nos hace tomar con­ciencia del poder, del dominio universal, de su misión universal de sal­var a toda la humanidad. Nada escapa a su poder y a su presencia: “Todo fue hecho por Él, y sin Él nada se hizo” (Jn. 1,3). Por consiguien­te todo le pertenece, como decía San Pablo: “Todas las cosas son vues­tras, vosotros de Cristo, y Cristo del Padre”. “Es necesario resumir to­das las cosas en Cristo”. Cristo debe ser LA CABEZA de todo, y de todos...
Por otra parte, no porque la Fiesta de JESUCRISTO REY deba en­tenderse desde el ángulo de la fe, deja de tener algo que ver con la realidad presente. Todo lo contrario. Para algunos el plano de la fe y de las realidades espirituales y sobrenaturales parece algo totalmen­te desconectado de nuestra vida presente.
Cuando proclamamos, afirmamos y defendemos la Realeza de Cris­to, lo hacemos teniendo principalmente ante los ojos la realidad de hoy. Mientras el Evangelio, cuya esencia es la VERDAD, no sea tenido en cuenta en una sociedad que se dice cristiana, viviremos en el enga­ño y en la mentira. Cristo dijo: “Yo soy la VERDAD” (Jn. 14,6). Todo lo que se enseñe y se proyecte en contra del Evangelio (como por ej. las aberrantes afirmaciones contra la santidad e indisolubilidad del ma­trimonio, la defensa de la homosexualidad, de las relaciones prematrimoniales, de la obscenidad y pornografía, o el ataque a la obediencia, la autoridad, el magisterio auténtico...), será mentira, falsedad, engaño. Y así se hará imposible la convivencia que todos anhelamos y a la que tenemos derecho. No respetando las enseñanzas de Jesús, no puede haber verdad, honestidad, libertad, amor, justicia. En efecto: la justicia no es venganza; el amor no es vil sensualidad; la preferencia por los pobres (de la que tanto se habla y por la que tan poco hacen los que más hablan), no es odio a los ricos; la libertad no es egoísmo disfrazado ni mal disimulado (o indisimulado) libertinaje, ni negación de la obediencia necesaria... Si todos estos conceptos no coinciden con el Evangelio, con Cristo, serán términos huecos, o, lo que es peor, con contenidos totalmente contrarios, opuestos. Así seguiremos cada vez peor, agravando nuestros males por siglos infinitos.
Rechazar a Cristo, de modo que no reine, porque no nos gusta, sería como sacarnos los ojos porque no podemos ver a causa de la poca luz o mucha oscuridad, teniendo obstinadamente metida la cabeza en un agujero en la tierra.
“JESUS ES REY, pero no ejerce ninguna violencia. Nos gobierna únicamente con el poder del amor. Es REY actualmente, pero sólo en cuanto nosotros le permitimos serlo. Posee, con todo, la soberanía mayor que cabe sobre la tierra y la única duradera. Al amor le llamamos rey, porque tiene de común con la realeza que no consiente ninguna apelación ni crítica y se entrega con benignidad regia. Así es como gobierna Jesús sobre los corazones fieles: pocos encuentra, pero los tiene en todas partes y en todos los tiempos. Porque nadie es tan amado por todos los pueblos, ni lo será jamás nadie, como Cristo Jesús. Establezcamos su soberanía en nuestro propio corazón para que venga su reino, reino eterno y universal, reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz", escribe un autor contemporáneo.
En síntesis: Jesús no nos obliga coercitivamente a que lo tengamos por REY; respeta nuestra libertad, pero no se sigue de allí que no deba reinar en nuestras leyes, en nuestros criterios y conductas, en el modo de vivir la vida presente, ni tampoco se sigue que Él no se reserve el plenísimo derecho de dictar la sentencia final: "Venid, benditos, al cielo" o "Apartaos, malditos, al infierno eterno". Sentencia Inapelable”. (p. 45-47)

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