martes, 21 de octubre de 2014

¿CRISTIANOS "CARADURAS"?


Cristianos que son como el tero que en un lado ponen los huevos y en otro pegan el grito

A partir de la caída de Adán y Eva, que cedieron a la tentación del diablo, el hombre siempre sentirá, como San Pablo (Rom. 7,22 s.) y todos los santos, una tensión muy grande entre el bien y el mal. Lo grave es querer establecer un equilibrio, como un tratado de paz, entre esas dos solicitaciones, entre esos enemigos irreconciliables por su misma natura­leza: entre el bien y el mal, el pecado y la virtud, Dios y el diablo. El querer complacer a la parte animal, imaginando un cierto límite que no se pasaría, y luchar en la frontera misma del pecado, es una treta muy hábil del demonio. Sabe él perfectamente que el hombre tarde o tempra­no caerá miserablemente.
La lucha debe definirse, desde el principio, con toda claridad, y sin concesiones ni treguas. Quien no se juega con decisión por Cristo no puede ser discípulo de Él, ni pretender el triunfo. Es lo que dice Jesús: “Nadie puede servir a dos señores…” Es desde todo punto de vista imposible. 

 Por desgracia hay muchísimos que se comportan de esa manera. Cristianos de ciertas prácticas externas, pero que interiormente tienen toda una concepción de la vida y una conducta práctica totalmente contrarias al Evangelio. Pretenden servir a dos señores. No pocos se profesan cristianos, es decir servidores de Cristo, pero en realidad se sirven de Cristo. Cristianos que viven en pecado permanente, abrazados al diablo, pero se profesan amigos de Cristo, e incluso se enojan cuando no se los admite a ciertos sacramentos. Cristianos laicistas, que defienden la antidemocrática y atea ley 1420, que en su misma esencia lleva el odio a Dios; cristianos que pertenecen a instituciones masónicas, o que defienden el adulterio, la homosexualidad, el aborto que viola el 5to mandamiento, cristianos que en sus negocios se manejan de un modo sucio, tramposo, turbio, o que aspiran a cargos, funciones y puestos, más por medrar en su provecho propio que para servir con responsabilidad y honestidad al bien común. Cristianos a quienes se les arruga la cara –tan endurecida la tienen– cuando anteponen lo personal, lo “politiquero”, lo “partidista” a su fe. No hesitan incluso en poner a la misma Iglesia, su Iglesia porque se profesan cristianos, al servicio de sus fines e intereses, declamando su interés por el pueblo. Mentira. En todo se buscan buenos “dividendos”. Cristianos que son como el tero que en un lado ponen los huevos y en otro pegan el grito. Lo que dice Jesús es verdad: no pueden servir a dos señores. A lo que llegan es a colocar a Cristo al servicio del otro “señor”. Además, recordemos aquella sentencia de Jesús: “Quien no está conmigo, está contra mí; quien no recoge conmigo, desparrama” (Mat. 12, 30).
Cuando no se tiene a Cristo por el único Señor, a quien vale la pena servir, se sirve a "señores" que dan pena: el permisivismo moral (permiso que se lo toman por su cuenta, porque nadie se los autoriza o con­cede), la sociedad de consumo, las fluctuantes modas que impiden cum­plir no ya con el deber de la caridad sino, más de una vez, con las obli­gaciones de justicia. Para una obra de bien nunca faltan excusas, las mis­mas de siempre: "escasez", "momentos difíciles", "inflación"... Con unas pocas privaciones ¡cuántas obras buenas podríamos hacer entre to­dos! Pero… Ya Cristo no se le sirve si no es por el sacrificio”. (p. 112-113)

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