"Fuera de la Iglesia no hay salvación posible"
"Hablar de la Iglesia de Cristo, de la verdadera Iglesia fundada por Él, constantemente "renovada" pero jamás reformada —si con esto se entiende dejar aspectos
fundamentales y que hacen a la esencia misma de ella—,
supone admitir necesariamente la presencia
de Cristo en ella y no sólo una asistencia
general. Cristo no puede estar ausente,
ya que "en ningún otro hay
salvación" (Hech. 4,12). El que salva es Él, a través de su Iglesia,
en su Iglesia, Ya decían los primeros cristianos: "Fuera de la Iglesia no hay salvación posible". No es la
"palabra", no es la "verdad" por sí misma, como
expresiones de Jesús, las que salvan, sino que es Él quien sigue obrando la
salvación. Él nos ha manifestado con indiscutible claridad que ha venido
expresamente para
darnos la vida y dárnosla en mayor abundancia (Jn. 10,10). La vida se transmite. La vida nace
de la vida, y no de un concepto, de una idea. Tiene que haber una comunicación
real, casi como por contacto. No se puede enviar por correo, por encomienda,
en un paquete.
Todo
esto significa que Cristo está realmente en su Iglesia con una presencia
auténtica, real, viva, personal. Por eso la Iglesia que no tenga a Cristo vivo,
resucitado, en persona, no es la verdadera Iglesia de Cristo. Por más que tenga
muchos elementos parecidos a la Iglesia católica, no es la verdadera, no es la
auténtica Iglesia de Cristo, porque le estaría faltando el elemento esencial.
Los
católicos tenemos la dicha, la incomparable suerte de haber conservado íntegra
y pura la hermosa herencia que nos dejó Cristo, al convertir el pan en su
Cuerpo y el vino en su Sangre en la Ultima Cena. Y no solamente lo hizo allí
sino que, para perpetuar su presencia
real
(y no como un simple
"recuerdo" de lo que hizo Él), ordenó a sus apóstoles hacer lo mismo.
Les dijo: "HACED esto en memoria mía" (Luc. 22,19)". (¿Recibir la vida por encomienda?, p. 130-131)
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