Al celebrar hoy la FIESTA
DE CRISTO REY, reconocemos y proclamamos que el suyo es un reino que "no
es de este mundo", porque en él deben imperar la verdad absoluta y la
justicia verdadera; el amor sin fingimiento y sin término, como todo amor
verdadero; la paz auténtica, no impuesta a la fuerza, sino como resultado de la
gracia de Dios y de la santidad de los redimidos. Claro que este es un lenguaje "incomprensible"
para muchos cristianos modernizados, horizontalizados, renuentes a la
verticalidad de la dignidad humana. Son términos en desuso y aun descalificados
por los "profetas modernos liberacionistas".
Ciertamente
que todo el Evangelio va a contrastar siempre con este mundo de criterios, de
opiniones y de aspiraciones que tanto en la teoría como en la práctica, niegan
la existencia, y por ende, la necesidad del orden sobrenatural. Al enseñarnos
Jesús a pedir "que el Reino de Dios venga a nosotros", se refiere
precisamente a este orden nuevo, a este orden distinto en que debe vivir y
moverse el hombre para alcanzar su fin último.
Por
no querer admitir y servir a Dios, que es el Dueño y Señor de todo; al no
querer aceptar la doctrina y las exigencias de Jesucristo, Rey del Universo,
el hombre revive y actualiza una constante paradoja:
*
Por una parte miente,
roba, mata, saquea, explota al más débil, protesta...; pero por otra, dicta
leyes para castigar sus actos. Inventa formularios, requisitos, que luego
trampea, elude.
*
Es renuente para
sujetarse a principios objetivos, estables...; pero se encadena a
"subjetivismos" inconsistentes, cambiantes, y hasta irracionales.
*
Rechaza lo seguro, se
burla de las pruebas que da la experiencia y la historia misma; pero se somete
con gusto a todo lo que no ofrece garantía, y que sabe que tarde o temprano va
a fallar.
*
Exige
mucho a los otros; pero no ofrece nada a los demás. Rarísimas veces dice:
"toma, te doy"; más bien dice "te doy para que me
retribuyas". Y esto aún entre aquellos que se han "jurado"
¡amor! (matrimonio). Por eso los santos son "tipos raros", porque dan
y se dan...
*
El
hombre sabe que va a morir;
pero
vive como si nunca tuviera que
morir. Sabe que lo va a dejar todo (y a veces a quien menos quiere, o a un extraño,
como por ej. en no pocos juicios sucesorios...); pero se aferra en acumular
bienes (dinero, negocios, propiedades). No disfruta ahora por "tacaño",
ni va a disfrutar después, como es evidente. ¿Es sensato vivir así?
* Anhela, suspira por la
paz; pero hace todo lo posible por extender la guerra. Quiere armonía, amor;
pero siembra odio. Quiere vida; pero genera la muerte. Quiere luz; pero
desencadena tinieblas. Quiere llegar a la meta; pero se sale del camino porque
no acepta seguir a Aquel que dijo "Yo soy el CAMINO" (Jn. 14,6).
Quiere felicidad; pero desparrama dolor y desgracia.
Todo esto, y mucho más, es el resultado de la aplicación de
los criterios de este mundo, opuesto a Dios. El rey de este mundo es el diablo,
con todas sus diabluras. Y no le busquemos otras explicaciones ni causas a
nuestros males.
Al celebrar hoy la FIESTA
DE CRISTO REY, reconocemos y proclamamos que el suyo es un reino que "no
es de este mundo", porque en él deben imperar la verdad absoluta y la
justicia verdadera; el amor sin fingimiento y sin término, como todo amor
verdadero; la paz auténtica, no impuesta a la fuerza, sino como resultado de la
gracia de Dios y de la santidad de los redimidos. Claro que este es un lenguaje "incomprensible"
para muchos cristianos modernizados, horizontalizados, renuentes a la
verticalidad de la dignidad humana. Son términos en desuso y aun descalificados
por los "profetas modernos liberacionistas".
Lamentablemente los hombres "no quieren que reine
Cristo". Prefieren elegirse "reinas", hasta de la lechuga y de
los espárragos, o del perejil. (No estamos del todo en contra de esto. Pero si
hubiera por lo menos la mitad de la preocupación para que reinara Cristo, de la
preocupación que a menudo se tiene para lo otro, sin duda andaríamos mil veces
mejor). No se quiere a Cristo, que El reine; pero se aguantan las imposiciones
de los "best-sellers", de los "modistos", de los
"cantantes ídolos", del chupetín sofisticado... No quieren que reine
Cristo, pero son vasallos de la droga, de la pornografía, defensores de la
homosexualidad, aunque huyan del SIDA como el diablo del agua bendita. No
quieren el reino cuya bandera es la CRUZ de Cristo, que redime, que salva; pero
se someten al yugo de los poderosos que oprimen, que engañan como Satanás en el
Paraíso a nuestros primeros padres Adán y Eva, que explotan y se burlan hasta
de la misma dignidad humana.
Muchos, por no querer amar a Dios, se someten, y sirven a
las bestias. Gritan, reclaman, exigen
"libertad", pero voluntariamente aceptan el yugo y las cadenas de la
esclavitud del vicio y del pecado. ¡Oh, paradoja humana! (Jn. 8,34).