El celo de
la casa de Dios
“En el
Templo encontró a los mercaderes de bueyes, de ovejas y de palomas, y a los
cambistas sentados. Y haciendo un azote de cuerdas, arrojó del Templo a todos,
con las ovejas y los bueyes; desparramó las monedas de los cambistas y volcó sus
mesas. Y a los vendedores de palomas les dijo: “Quitad esto de aquí; no hagáis de la casa de mi Padre un mercado”.
Y sus discípulos se acordaron de que está escrito: “El celo de tu
Casa me devora”. (Jn. 2, 14-17)
“Por ti he soportado afrentas
y la vergüenza cubrió mi rostro;
me convertí
en un extraño para mis hermanos,
fui un extranjero para los hijos de mi madre:
porque el celo de tu casa
me devora,
y caen sobre mí los
ultrajes de los que te agravian” (Sal. 69, 8-10)
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