Después de
diez persecuciones durante los 300 primeros años, en que la naciente Iglesia
estuvo germinando en las catacumbas, como evangélica semilla del grano de
trigo, comenzó para ella un período que su pujante vitalidad se manifestaba a
plena luz por la vida de cristianos y por
sus obras. Entre éstas se destaca la construcción de templos. El gran emperador
Constantino cede sus palacios de Letrán para que sean transformados en
residencia de los Papas y para edificar una iglesia al Santísimo Salvador.
Posteriormente esa iglesia fue consagrada también a San Juan Bautista. De allí
que más comúnmente se la conozca por "San Juan de Letrán". Es la
antigua iglesia bautismal de Roma.
Allí se
administraba el Bautismo en las célebres vigilias pascuales. Junto a esta
Basílica, varias veces reconstruida, se conserva aún y se venera el amplio y
hermoso bautisterio del siglo V. Es asimismo la catedral del Papa en cuanto
obispo de Roma. Por esto y muchos otros motivos, es una de las basílicas más
célebres, y con todo derecho ostenta, junto a la puerta principal este título: “Madre
y cabeza de todas las iglesias del orbe”. Por eso, y por el hermoso simbolismo,
no exento de misteriosa realidad, su dedicación se celebra en todo el mundo.
Las lecturas
nos sugieren:
Primero: Dios no rechaza, al contrario, quiere que se le dedique un lugar
especialmente consagrado al culto. Es además una exigencia de nuestra propia
naturaleza. Necesitamos un lugar para el recogimiento, la intimidad, la
oración. Ciertamente que Dios está en todas partes. Pero entablar un diálogo
con Él no lo podemos hacer en un bar lo mismo que en un templo. Sería signo de
poca fe, y especialmente signo de "tacañería", propiciar indiscriminadamente
lo que se ha dado en denominar "iglesias funcionales". Esto es, un
local que se utilizaría lo mismo para el culto que para una simple reunión
social, incluido el baile, etc. Admitir o propiciar esto me parece que es
retroceder.
Segundo: La Iglesia (con mayúscula) no ha de ser confundida con el templo
material, aunque éste ayuda poderosamente a la realización de aquélla. Negar
esto sería afirmar que el hombre normal no necesita de los sentidos. La Iglesia
se realiza mediante nuestra unión con Cristo y nuestra unión entre nosotros. A
esto lo llamamos gracia santificante, absolutamente indispensable para ser
miembros de Cristo. San Pablo nos dice hoy: "El fundamento ya está puesto
y nadie puede poner otro, porque el fundamento es Jesucristo".
Por eso, aquellos cristianos que quieren cohonestar su
"cristianismo" con el pecado, sepan que están demoliendo, que están
poniendo una bomba en los mismos cimientos de la Iglesia. O Cristo o el diablo:
no hay otro fundamento. Y no sólo en cuanto somos Iglesia, sino también en
cuanto miembros de una sociedad que se profesa cristiana. O somos o no
somos. Defender el vicio, o peor si se lo propicia, porque siempre hubo
viciosos, es socavar los cimientos mismos de la Iglesia y de la Patria.
No nos engañemos (…) el fundamento de la Iglesia y de la sociedad
nuestra, que es uno solo: JESUCRISTO. San Pablo es tajante: "¿No sabéis
que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Y tomando los miembros de Cristo
los haré yo miembros de una meretriz? ¡Jamás!" (I Cor. 6,15).
("¿Construimos o demolemos?", p. 86-87)
("¿Construimos o demolemos?", p. 86-87)
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