domingo, 9 de noviembre de 2014

¿CONSTRUIMOS O DEMOLEMOS?




Después de diez persecuciones durante los 300 primeros años, en que la naciente Iglesia estuvo germinando en las catacumbas, como evangélica semilla del grano de trigo, comenzó para ella un período que su pujante vitalidad se manifestaba a plena luz por la vida de cristianos y por sus obras. Entre éstas se destaca la construcción de templos. El gran emperador Constantino cede sus palacios de Letrán para que sean transformados en residencia de los Papas y para edificar una iglesia al Santísimo Salvador. Posteriormente esa iglesia fue consagrada también a San Juan Bautista. De allí que más comúnmente se la conozca por "San Juan de Letrán". Es la antigua iglesia bautismal de Roma.
Allí se administraba el Bautismo en las célebres vigilias pascuales. Junto a esta Basílica, varias veces reconstruida, se conserva aún y se venera el amplio y hermoso bautisterio del siglo V. Es asimismo la catedral del Papa en cuanto obispo de Roma. Por esto y muchos otros motivos, es una de las basílicas más célebres, y con todo derecho ostenta, junto a la puerta principal este título: “Madre y cabeza de todas las iglesias del orbe”. Por eso, y por el hermoso simbolismo, no exento de misteriosa realidad, su dedicación se celebra en todo el mundo.
Las lecturas nos sugieren:
Primero: Dios no rechaza, al contrario, quiere que se le dedique un lugar especialmente consagrado al culto. Es además una exigencia de nuestra propia naturaleza. Necesitamos un lugar para el recogimiento, la intimidad, la oración. Ciertamente que Dios está en todas partes. Pero entablar un diálogo con Él no lo podemos hacer en un bar lo mis­mo que en un templo. Sería signo de poca fe, y especialmente signo de "tacañería", propiciar indiscriminadamente lo que se ha dado en de­nominar "iglesias funcionales". Esto es, un local que se utilizaría lo mis­mo para el culto que para una simple reunión social, incluido el baile, etc. Admitir o propiciar esto me parece que es retroceder.
Segundo: La Iglesia (con mayúscula) no ha de ser confundida con el templo material, aunque éste ayuda poderosamente a la realización de aquélla. Negar esto sería afirmar que el hombre normal no necesita de los sentidos. La Iglesia se realiza mediante nuestra unión con Cristo y nuestra unión entre nosotros. A esto lo llamamos gracia santificante, absolutamente indispensable para ser miembros de Cristo. San Pablo nos dice hoy: "El fundamento ya está puesto y nadie puede poner otro, porque el fundamento es Jesucristo".
Por eso, aquellos cristianos que quieren cohonestar su "cristianis­mo" con el pecado, sepan que están demoliendo, que están poniendo una bomba en los mismos cimientos de la Iglesia. O Cristo o el diablo: no hay otro fundamento. Y no sólo en cuanto somos Iglesia, sino tam­bién en cuanto miembros de una sociedad que se profesa cristiana. O somos o no somos. Defender el vicio, o peor si se lo propicia, porque siempre hubo viciosos, es socavar los cimientos mismos de la Iglesia y de la Patria.
No nos engañemos (…) el fundamento de la Iglesia y de la sociedad nues­tra, que es uno solo: JESUCRISTO. San Pablo es tajante: "¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Y tomando los miem­bros de Cristo los haré yo miembros de una meretriz? ¡Jamás!" (I Cor. 6,15).
("¿Construimos o demolemos?", p. 86-87)

No hay comentarios:

Publicar un comentario