domingo, 16 de noviembre de 2014

¿Injertar ramas secas con engrudo? - ACERCA DE COMULGAR EN PECADO Y LA DIGNIDAD DE LO SAGRADO

"El cristiano que pretenda comulgar en pecado es lo mismo que intentar unir con engrudo una rama seca al árbol verde. Aunque reciba el Cuerpo de Cristo en la Eucaristía en realidad no comulga, no se une a Cristo. 

Una vez más en este punto quiero ser muy claro. ¡Cuán tremendo es el "mysterium iniquitatis que ya está en acción" (2 Tes. 2, 7)! El error entra fácil, pero qué difícil resulta extirparlo.
Algún inconciente -o enemigo de Cristo- habrá dicho una vez que se puede comulgar con pecado grave, y confesarse después. Esto es un gravísimo error. Repito: es un gravísimo pecado, un sacrilegio. Porque si comulgar en pecado grave no es sacrilegio, ya el sacrilegio no existe. No se puede alojar a Cristo en una habitación donde está alojado el diablo. ¿Qué persona sensata pondría en su casa, en una habitación juntos a dos enemigos irreconciliables?

Esto sucede porque se ha perdido el sentido de lo sagrado. Acaba de señalar esto el Cardenal J. Ratzinger en un encuentro con los Obispos chilenos. 

Dice: "Hay muchas razones que pueden haber motivado que muchas personas busquen un refugio en la vieja liturgia. Una primera e importante es que allí encuentran custodiada la dignidad de lo sagrado. Con posterioridad al Concilio, muchos elevaron intencionadamente a nivel de programa la "desacralización", explicando que el Nuevo Testamento había abolido el culto del Templo: la cortina del Templo desgarrada en el momento de la muerte de Cruz de Cristo significaría -según ellos- el final de lo sacro. La muerte de Jesús fuera de las murallas, es decir, en el ámbito público, es ahora el culto verdadero. El culto, si es que existe, se da en la no-sacralidad de la vida cotidiana, en el amor vivido. Empujados por estos razonamientos, se arrinconaron las vestimentas sagradas, se libró a las iglesias, en la mayor medida posible del esplendor que recuerda lo sacro; y se redujo la liturgia, en cuanto cabía, al lenguaje y gestos de la vida ordinaria, por medio de saludos, signos comunes de amistad y cosas parecidas".

(COMUNIDAD, 14 de agosto de 1988, n. 724) [Nota: los subrayados son del original]

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