Decía
Pío XII que lo tremendo, lo gravísimo, es que se ha perdido la noción,
la idea de pecado. Yo creo que se llegó a ello porque el hombre no
quiere pensar en la muerte, en su muerte; no quiere tomar en serio y
tener presente las graves advertencias de Jesús. Bastaría que cada
mañana, al levantarnos, pensáramos muy en serio, que a lo mejor este día
puede ser el último de nuestra vida. ¿Cómo lo viviríamos? Si cada
mañana pensáramos: este día es la última oportunidad que tenemos para
salvarnos y deberemos dejarlo todo (¿para quién?), quieras o no,
seríamos realmente insensatos para jugar tan desaprensivamente con
nuestra eternidad...
(De "¿Un aviso de Cristo Sensacionalista?", en Mano a mano
con el Obispo de San Rafael, p. 149)
(De "¿Un aviso de Cristo Sensacionalista?", en Mano a mano
con el Obispo de San Rafael, p. 149)
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