La austera figura de San Juan Bautista, todo un símbolo y un signo
hasta en su forma de vestir y de alimentarse, predicando la conversión,
administrando un bautismo no de justificación sino de penitencia, nos sirve de
modelo. Releamos el Evangelio de este domingo. Admirable lección de sinceridad
nos da el Bautista: "Confesó y no lo ocultó, sino que dijo abiertamente:
Yo no soy el Mesías"."
Este testimonio de Juan ¡cuántos interrogantes
puede plantearnos! Muchos se empeñan en proclamar, defender con palabras su
"catolicismo", porque por sus obras jamás se puede deducir que son
católicos.
¡Cuánta inmoralidad, injusticia, abusos, etc., se cometen por parte
de "católicos"! ¡Cuántos hogares deshechos porque los
"católicos" que un día "juraron" ante el altar
prometiéndose respeto, amor y fidelidad, ahora demuestran que esa promesa era
pura mentira, por lo menos por parte de uno de ellos!

Si desciendo tan crudamente a estos detalles, aunque me repugne, es porque debo hacerlo, porque es tiempo que empecemos a ser lo que decimos y decir lo que somos. (...)
El nacimiento de Cristo debe hacernos plantear en serio esta cuestión: ser y decir lo que somos, y no decir lo que no somos.
(fragmento de: "Yo soy... no soy", en: Mano a mano con el Obispo de San Rafael, p. 171-172)
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