sábado, 13 de diciembre de 2014

Cosechando aplausos


El tener miedo o temor de anunciar la verdad porque uno pueda ser "mal visto", o perder simpatía o popularidad, no es evangélico. El que quiera halagar a otros cosechando aplausos a costa de la verdad y de la justicia, no es digno de ser discípulo de Cristo, es decir, cristiano.

La figura típica del Adviento es San Juan Bautista. Hoy lo vemos a orillas del Jordán "anunciando al pueblo la Buena Nueva". Hacía un llamado a la conversión de hecho, y no sólo de intenciones, deseos o propósitos que no se cumplen. Requería de sus oyentes actitudes bien concretas, difíciles pero posibles y muy necesarias.
El pueblo judío estaba habituado a oír a los profetas que le echa­ban en caras sus pecados y le llamaban a la conversión.

Lo primero que hará el mismo Jesús cuando inicie su misión se­rá decir: "Convertíos y creed en el evangelio" (Mc. 1, 15).

Esta será también la tónica de la Iglesia en el mundo, y siempre. Esta será su misión fundamental: llamar a la conversión permanentemen­te y administrar los sacramentos, para que el hombre renovado con la gracia de Dios pueda producir frutos de justicia, de amor, de verdad.

Cuando hay realmente sinceridad en la búsqueda de Dios, se acep­tan los consejos de aquellos que pueden darlos, aunque a veces con­tradigan las propias expectativas o ideas.


El tener miedo o temor de anunciar la verdad porque uno pueda ser "mal visto", o perder simpatía o popularidad, no es evangélico. El que quiera halagar a otros cosechando aplausos a costa de la verdad y de la justicia, no es digno de ser discípulo de Cristo, es decir, cristiano.

Un grave error es creer que la Iglesia, para estar "actualizada", de­ba renunciar al derecho y al deber de anunciar la verdad, y que deba ser más "comprensiva", "complaciente" y "tolerante" con los pecadores de hoy (si es que los hay). Se quiere confundir "compresión" con co­bardía, "complacencia" con traición, "tolerancia" con complicidad. Pa­recería que hoy ser exigente en los principios fundamentales es una aberración, es vivir fuera de época, estar desfasado, atrasado. ¿Ha­blar hoy del cumplimiento de los Mandamientos, a quién se le ocurre? ¿Aceptar el juicio de la Iglesia sobre cuestiones morales fundamentales, sobre verdades irrenunciables? Y así, se habla mucho de "libertad" pa­ra defender el libertinaje. Se vocifera por una justicia qué no es más que encubrimiento de revanchas y venganzas. Se pontifica sobre "de­rechos" cuando uno se siente afectado, ofendido, no satisfecho; pero se niega todo derecho, aun el más elemental del respeto, al que está equivocado, o ha obrado mal. 

La religión cristiana no es un código de exigencias y prohibiciones, sino que es VERDAD que siempre se opondrá a la mentira y al error, es LUZ que disipará las tinieblas, es VIRTUD que no transará con los vicios, es VIDA porque viene de Dios, y es sumamente humana porque contempla y favorece los verdaderos intereses humanos.

("¿Quién tiene hoy la verdad?" en: Mano a mano con el Obispo de San Rafael, p. 156-158) 
 http://www.adelantelafe.com/hay-que-hablar-del-pecado-y-la-condenacion/

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