El tener
miedo o temor de anunciar la verdad porque uno pueda ser "mal visto",
o perder simpatía o popularidad, no es evangélico. El que quiera halagar a
otros cosechando aplausos a costa de la verdad y de la justicia, no es digno de
ser discípulo de Cristo, es decir, cristiano.
La figura típica del Adviento es San Juan Bautista. Hoy lo vemos a orillas del Jordán "anunciando al pueblo la Buena Nueva". Hacía un llamado a la conversión de hecho, y no sólo de intenciones, deseos o propósitos que no se cumplen. Requería de sus oyentes actitudes bien concretas, difíciles pero posibles y muy necesarias.
El pueblo
judío estaba habituado a oír a los profetas que le echaban en caras sus
pecados y le llamaban a la conversión.
Lo primero
que hará el mismo Jesús cuando inicie su misión será decir: "Convertíos y
creed en el evangelio" (Mc. 1, 15).
Esta será
también la tónica de la Iglesia en el mundo, y siempre. Esta será su misión
fundamental: llamar a la conversión permanentemente y administrar los
sacramentos, para que el hombre renovado con la gracia de Dios pueda producir
frutos de justicia, de amor, de verdad.
Cuando hay
realmente sinceridad en la búsqueda de Dios, se aceptan los consejos de
aquellos que pueden darlos, aunque a veces contradigan las propias
expectativas o ideas.
El tener
miedo o temor de anunciar la verdad porque uno pueda ser "mal visto",
o perder simpatía o popularidad, no es evangélico. El que quiera halagar a
otros cosechando aplausos a costa de la verdad y de la justicia, no es digno de
ser discípulo de Cristo, es decir, cristiano.
Un grave
error es creer que la Iglesia, para estar "actualizada", deba
renunciar al derecho y al deber de anunciar la verdad, y que deba ser más
"comprensiva", "complaciente" y "tolerante" con
los pecadores de hoy (si es que los hay). Se quiere confundir
"compresión" con cobardía, "complacencia" con traición,
"tolerancia" con complicidad. Parecería que hoy ser exigente en los
principios fundamentales es una aberración, es vivir fuera de época, estar
desfasado, atrasado. ¿Hablar hoy del cumplimiento de los Mandamientos, a quién
se le ocurre? ¿Aceptar el juicio de la Iglesia sobre cuestiones morales
fundamentales, sobre verdades irrenunciables? Y así, se habla mucho de
"libertad" para defender el libertinaje. Se vocifera por una
justicia qué no es más que encubrimiento de revanchas y venganzas. Se pontifica
sobre "derechos" cuando uno se siente afectado, ofendido, no
satisfecho; pero se niega todo derecho, aun el más elemental del respeto, al
que está equivocado, o ha obrado mal.
La religión cristiana no es un código de
exigencias y prohibiciones, sino que es VERDAD que siempre se opondrá a la
mentira y al error, es LUZ que disipará las tinieblas, es VIRTUD que no
transará con los vicios, es VIDA porque viene de Dios, y es sumamente humana
porque contempla y favorece los verdaderos intereses humanos.
("¿Quién tiene hoy la verdad?" en: Mano a mano con el Obispo de San Rafael, p. 156-158)
http://www.adelantelafe.com/hay-que-hablar-del-pecado-y-la-condenacion/
Felicitaciones pòr las muy atinadas citas.
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