En primero lugar damos gracias a Dios por todos los beneficios que en el transcurso de estos 365 días nos ha concedido en su bondad y misericordia.
En segundo lugar, conviene, antes de concluir el año y antes de empezar uno nuevo, hacer un profundo examen de conciencia, un serio balance de todo lo que hemos vivido, cómo lo hemos vivido; de nuestro progreso en la virtud (o retroceso, porque lamentablemente todo es posible); de nuestro 'servicio', si ha sido auténtico.
En una palabra: procuremos ser muy sinceros con nosotros mismos, para que con la ayuda del Señor, en el próximo año podamos dar mejores y más abundantes frutos espirituales.
DESEAMOS A TODOS, POR ESTE MEDIO, LAS MEJORES BENDICIONES +
PARA EL PRÓXIMO AÑO
Mons. León Kruk
(Comunidad, n. 586, 29 de diciembre de 1985)
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