Hoy
se reclaman "derechos" por los cuatro costados. Y está bien, lo que no está bien, es que muchísimos
no quieren reconocer "sus obligaciones".
"Maestro, ¿qué debemos
hacer?", le preguntaban a Juan, en las orillas del Jordán, los penitentes.
Es también la pregunta que debemos formular nosotros. Todos obtendremos la
misma respuesta: cumplir con exactitud nuestras obligaciones y no defender
tanto, con verdadero descaro y sin fundamento serio, nuestros caprichos.
¿Sabemos cuáles son nuestras obligaciones? Empecemos por admitir que tenemos
"obligaciones". Sé que esta palabrita va a molestar a más de uno. Hoy
se reclaman "derechos" por los cuatro costados; todo el mundo reclama
"sus derechos". Y está bien, lo que no está bien, es que muchísimos
no quieren reconocer "sus obligaciones".
Tanto para reclamar los derechos como
para cumplir adecuadamente con las propias obligaciones es necesario el
conocimiento, la instrucción, la formación. Como cristianos es necesario
interesarnos más por nuestra fe. El buen cristiano es el que sabe dar razones
de su fe, y no el que amontona pretendidas excusas y explicaciones para defender
posturas y actitudes contrarias a la fe que dice sustentar. El que no es capaz
de reconocer sus limitaciones y sus errores tampoco es capaz de comprender a
otros. De allí surgen los conflictos, los malestares, los enconos, los
distanciamientos, la tirantez, etc.
Que en la próxima Navidad, Cristo nos
encuentre mejor dispuestos a recibirle mediante una conversión seria y
profunda.
(de "La ignorada riqueza del cristiano", en: Mano a mano con el Obispo de San Rafael, p. 169)
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